¿Qué pasa con la carne? ¿Hasta dónde llegará el precio?

Por Dardo Chiesa para La Nación*

¿Qué pasa con la carne? ¿Hasta dónde llegará el precio?, se preguntan los medios de todo el país, reflejando la angustia de los consumidores argentinos, los más carnívoros del mundo. La respuesta, en verdad, es bastante sencilla y con algunos párrafos se puede explicar qué es lo que ha pasado con la ganadería en la Argentina para que se desate un incremento de precios tan abrupto y en tan pocos días.

Basta con recolectar algunas de las múltiples advertencias que se hicieron desde el sector en estos últimos años para tener un cuadro de situación certero: faena de hembras, disminución de animales vacunados, exportaciones cerradas, abiertas o semi, pero siempre cuotificadas y con "permisos" que no siempre permiten, aumento de la superficie sembrada, sequía, campos cerrados, productores que se fueron "a vivir a los pueblos", etcétera.

Tanto productores como consumidores quieren soluciones: el productor poder producir y hacer de ello su modo de vida, y el consumidor tener el producto en su mesa con toda su calidad, pagando un precio accesible y justo.

Aun con este escenario poco proclive a la reflexión, quiero hacer una síntesis lo más objetiva posible de la situación y esbozar alguna propuesta de solución.

Tenemos que tomar algunas cifras para poner el problema en blanco sobre negro. En primer lugar, el stock de ganado bovino que supo estar en 56 millones de vacunos hoy no es mayor a los 51 millones. Teníamos algo más de 22 millones de vacas madres y hoy no mucho más de 19 millones. Antes de la gran sequía, el porcentaje de preñez estaba un poco por encima de 65%, y producto de la misma no llegamos al 43%. La ecuación de la cría arrojaba algo más de 13 millones de terneros y este año no vamos a tener más de 10 millones. El peso de faena antes del advenimiento del feedlot era de más de 300 kilos, y hoy no supera los 220 kilos.

El retraso en el pago de las compensaciones a los feedlots genera una marcada reducción en la capacidad ocupada de los mismos, con la consiguiente merma en la producción.

La conclusión es que nos van a faltar algo más de 3 millones de terneros y, a los que sí tenemos, los vamos a faenar más livianos. La resultante es que el aparato productor podrá aportar carne para un consumo no mayor a los 50 kilos por habitante y por año.

¿Cuánto venimos consumiendo y cómo estábamos hace 5 años? El consumo en 2009 fue de 74 kilogramos por habitante por año, y en 2006, cuando se cerraron las exportaciones, estábamos en 61 kg.

Si finalmente contraponemos los 74 que demandamos con los 50 que hay, podemos explicar la mayor parte del problema. Digo la mayor parte del problema pues la otra descansa en los sustitutos que no pueden aportar los 24 kg restantes porque no hay. De pollo comemos 32 kg y podrían subir a 35 como mucho. Y de cerdo 7 kg y esta cifra no tendrá mucha movilidad en el corto plazo.

Problema estructural

El escenario es de una merma de producción cercana al 30%, y una demanda sostenida, porque viene alta y no encuentra la sustitución de productos, sencillamente porque no hay. Estamos entonces ante un problema estructural y no estacional. Pensar en una mayor oferta en marzo es abrazar la hipótesis de la estacionalidad, que por cierto la producción la tiene y la va a volver a mostrar en junio, cuando comience el invierno, las heladas y la restricción del pasto. El problema está en la estructura, en el esqueleto del aparato productivo.

Quizás alguien me pueda calificar de excesivamente liberal por decir que el aumento del precio se va a detener cuando se ajuste el consumo a lo que la oferta puede dar, pero a pesar de todos los intentos de "manejar" el precio de la carne, la realidad termina corrigiendo todas las desviaciones.

De esta situación sólo se sale produciendo más. Si no hacemos nada -o seguimos en el camino por el que vamos actualmente- la peor noticia no van a ser los 50 kilos de este año, sino los 46 kg para 2011. Y todos sabemos que barranca abajo se va solo.

También es cierto que con el stock actual se podrían producir algo más de un millón de toneladas más de carne, pero para eso debemos trabajar bien. Trabajar bien sería subir el peso de faena, pero no 20 kg, que es lo que se está discutiendo, sino más de 100.

En el corto plazo hay que recomponer la base forrajera, diezmada por la sequía; frenar la faena de terneras hembras, pues son la reposición de nuestro rodeo; aumentar el peso de faena y, en el largo plazo, podemos llegar a aumentar los índices de eficiencia reproductiva.

Pero la primera acción debe venir de la política, dándole previsibilidad al negocio. Cualquier acción que se deba hacer tiene un costo de inversión. Esa inversión se hace hoy y es prácticamente al contado. La retribución vendrá dentro de 2 o 3 años. Previsibilidad es más importante que rentabilidad.

El desafío es encontrar el camino del crecimiento, de pedirle a la política el apoyo para hacer lo que la ciencia y la técnica nos dicen, y aplicar los conocimientos en pos de una ganadería pujante para todos, desde el productor hasta el consumidor.

*El autor es presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina.

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